El trabajo decente alude al trabajo productivo realizado en condiciones de libertad, equidad, seguridad y dignidad, en el cual se respetan los derechos de las personas trabajadoras, se tiene una remuneración justa, se ofrecen perspectivas de desarrollo personal y protección social para quien trabaja y su familia. A diferencia del círculo vicioso del que es parte el trabajo infantil, el trabajo decente actúa en sentido contrario: construye un ciclo vital productivo, de crecimiento, libertad, seguridad y protección.
El ODS 8 aborda dos pilares del desarrollo estrechamente vinculados entre sí: el crecimiento económico y el empleo; y señala las características que deben tener para impulsar un modelo de desarrollo que resulte sostenible, puesto que el crecimiento solo podrá ser sostenido, inclusivo y sostenible si está asociado al empleo pleno, productivo y enmarcado en el trabajo decente y viceversa.
El trabajo infantil es un fenómeno amplio, complejo y multicausal, relacionado con la pobreza, los niveles de educación, los incentivos sociales, la cultura y una extensa gama de cuestiones que actúan ya sea favoreciendo o desincentivando su presencia.
Esa realidad ha llevado a que la acción para prevenirlo y erradicarlo se haya desarrollado en lógicas de trabajo interdisciplinario poniendo en relación diversos aspectos de la vida social, en una estrategia de abordaje sinérgica con los principios de universalidad y "no silos" que caracterizan los ODS.
Como resultado, la adopción de la Agenda 2030 encuentra en materia de erradicación del trabajo infantil una amplia experiencia acumulada de trabajo con enfoque holístico y una considerable base de conocimiento basada en la evidencia, sobre la cual es posible establecer vínculos entre la meta de erradicar el trabajo infantil en todas sus formas y los ODS a fin de aprovechar y potenciar sinergias orientadas al logro del conjunto de los objetivos.